jueves, 14 de marzo de 2013




Las pinturas murales de la casa de Don Juan de Castellanos y los escritos de Sor Josefa del Castillo

 Los conquistadores en Tunja  durante los siglos XVI y XVII desarrollaron  unas pinturas murales, en las que hacían muestra de su cultura, definiéndose fundamentalmente por una representación  del humanismo renacentista de raigambre hispana, que sirve como elemento de identidad conquistadora, en el  que se caracterizan las armas, las letras y recreaciones del mundo clásico greco-latino, todo ello interpretado bajo el condicionante de su implantación en un nuevo contexto cultural indígena que se verá desplazado de dicho programa, por lo menos en este momento histórico (siglo XVI), y que luego será insertado en función de la implantación de una mirada colonial que subalterna lo indígena al ideario visual de colonización.
Por ende se le podría denominar arte de encomienda, dentro de los  vestigios hallados y elementos a estudiar  están las casas  de Gonzalo Suarez Rendón, Juan  de Vargas y Juan de Castellanos, también se tienen en cuenta conventos e iglesias de la ciudad hechos en la misma época y se caracterizaron  por hacer ornamentos y programas iconográficos  de tipo grutesco.
 Así que  es primordial meterse dentro del  imaginario y la vida cotidiana de la colonia, para saber que llevo a los conquistadores y a los hijos  de  los mismos que habitaron estas tierras, desarrollar tales estilos artísticos, ¿Que pretendían reflejar? y ¿Cómo se veían reflejados?
El  investigador español Santiago Sebastián fue quien  descubrió las pinturas murales  de la casa de Juan  de Castellanos[1] y el estudio que realizo del mensaje iconográfico de dichas pinturas lo relaciono directamente con los escritos de la Madre Sor Francisca  Josefa Del Castillo, dando a entender que la visión religiosa de la abadesa fue fuente de inspiración para la realización de tales pinturas. Considerando que  la familia de la monja   vivió en esa casa tiempo después de que la habitara Juan de Castellanos.
 Así que    mi punto de  partida es analizar la vida  de la Madre de Sor Francisca  Josefa del Castillo y Guevara, ya que la existencia   de la abadesa posiblemente  se encuentra  relacionada con el programa iconográfico de las techumbres de Casa de Juan  de Castellanos en su imaginario religioso. Es preciso  hacer un  el análisis de  la obra poética de la monja ya que ahí se encuentran, todos los pensamientos y percepciones que ella tuvo de la época en que vivió, y tener en cuenta las crónicas de los cronistas Fernández de Piedrahita y Juan de Castellanos para apropiar dicho ambiente. 

 Para contextualizar esta historia cabe decir que  dentro del imaginario de los Conquistadores que vinieron a América el afecto y el apego por la religión era primordial y sumando las  luchas que durante ocho siglos los españoles por sacar a los persas de sus tierras,  se podría decir que tenían eminentemente una cualidad guerrera, así que estas dos características primaron en la forma y dominio de su conquista.[2] Contando que  la  visualización cristiana   se manejo   como única y verdadera desde su origen  y por ende se concibió  como una postura universal. Es decir todo lo que estuviera fuera de esta creencia pertenecía a un mundo pagano y diabólico, mundo que debía ser redimido y en caminado hacia los buenos actos  de  Dios[3]
Tunja desde su fundación   en 1539     cumple los rigores de este pensamiento conquistador, caracterizándose por ser   una ciudad conventual, de tradiciones conservadoras, definida por un ambiente severo y adusto,  manejada por  encomenderos, la tradición  religiosa  hizo parte de su paisaje no solo de manera  física sino mental, la vida de la ciudad y  el tiempo  se miden por las campanadas   de los conventos[4]. Resulta interesante pensar en   estos aspectos porque ayuda a visualizar  el ambiente tunjano de los siglos XVI, XVII y XVIII la manera  como   los colonizadores implantaron  su óptica colonial la cual se caracterizo su  arraigo religioso y  su apego  a las  historias de caballería.
Dice mucho de  Tunja también   el plano arquitectónico,  el trazo de sus calles y las posición de las casas entorno  de una plaza central, las gentes más representativas  de la  ciudad vivían en el marco central “son  casas de mucho costo y bien labradas” como dice el cronista  Fernández de Piedrahita mientras que las casas de la periferia   estaban sin terminar y en su mayoría  con techos de paja y los  que se alojaban  allí  eran  indígenas,  y gentes que tenían oficios serviles, varios. Las características sociales en la colonia fueron  muy marcadas tanto así que   se reflejaban en  la distribución  de los espacios.  El primer plano que  hay sobre  la  ciudad fue  realizado en 1623  y se hizo a razón de su división  por parroquias eso demuestra el grado de importancia que tenían las órdenes religiosas es esta provincia.[5] 
  Ciudad en que nació y murió   la Madre Francisca Josefa Del Castillo Toledo  Guevara 1671- 1742  hija legitima de Francisco Ventura del Castillo y Toledo oriundo de villa Ilesas circunscripción del poblado de Toledo  y de Doña María Guevara Niño y Rojas natural de Tunja[6]. Un dato muy curioso que reconfirma el arraigo religioso de  la abadesa. Se encuentra   relacionado con su nacimiento ya que a  los pocos días    estuvo en peligro de muerte   y un tío sacerdote oro por  su salvación, así lo reconoce  mas adelante la Madre   en sus escritos diciendo que   entregarse  al servicio de Dios era una manera de agradecer que  él   le hubiera salvado la vida.[7]  Francisca   siendo hija de una  de las familias más importantes de su  tiempo, no tomo clases ni asistió al colegio, ello da a entender que no era necesario  que las mujeres tuvieran algún grado de escolaridad, y se podía prescindir de los estudios  sin mayor problema, suficiente con que aprendieran a ser amas de casa, aunque cabe  aclarar que el convento de las clarisas sirvió de recinto para  educar a las hijas de las gentes más  pudientes   de Tunja. En el caso de Sor Josefa     su aprendizaje  fue gracias a su    madre[8] y a su empeño por aprender a leer, siendo Francisca hija de una de las familias mas representativas de la ciudad.
La infancia de Sor Josefa fue muy particular, ella describe en sus escritos que fue una niña muy enfermiza y solitaria y considero que eso era un castigo por manejar su tiempo de otra manera, distrayéndose o  leyendo comedias.[9] La percepción de Francisca frente a otro tipo de lecturas  diferentes a las cristianas dice mucho del ambiente  que la rodeaba también, de las creencias  de la gente  a    nivel   religioso, hacer o pensar algo distinto, no estaba dentro de los cánones de la  época. Si  un hecho tan simple como leer un libro de comedias   era  un acto profano, pues el rigor cristiano  de la sociedad tunjana era  de fuertes convicciones,  un habitad apropiado  y fuente de inspiración no solo  para la Madre sor Josefa sino  también para el ilustre canónigo  Fernando Castro de Vargas, el  escribano Juan de Castellanos, entre otros. Castellanos   también reflejo en sus escritos las experiencias vividas en Tunja y en otras ciudades  del   Nuevo  Reino de  Granada.[10] La ciudad  sirvió como escenario de gentes dedicadas y gustosas por las lecturas, el humanismo,  el arte renacentista y las historias de valientes guerreros y  cazadores. De ahí  a que reflejaran en sus pinturas  animales salvajes, escudos de armas y  blasones labrados en piedra  en el portal de sus casas. En este punto es preciso decir que Tunja tuvo un buen nivel de vida  durante el siglo XVI y principios del XVII, la encomienda hizo de esta ciudad una de las más vistosas a nivel arquitectónico  y artístico, haciéndola ver  como una de las provincias  más  pujantes del Nuevo Reino de Granada[11]  Aun que  Fernández de Piedrahita dice que la vida  era muy aburrida. “la vida discurre monótona en Santa fe de Bogotá como en Tunja, en Cartagena de Indias como en Popayán”[12]  
  En la vivencia parca de esta ciudad  Francisca  inicio  su pubertad  vivía desaliñada, sufría de depresiones y dolores constantes, las angustias  se relacionaban con su  devoción a Dios, por   cumplir sus mandatos a cabalidad, con todo y eso  no le faltaron  pretendientes  que se quisieron  comprometer con ella, pero  no  fijo  su atención en ellos y pese  a la poca aceptación de sus familiares frente  a su decisión de convertirse en monja   se ordeno en el convento de la concepción  a los  23 años. Así lo  narra en su poemario, ya que gracias al temor de Dios de    sus  padres y   a  su convicción religiosa    sus familiares   terminaron  aceptando que   se ordenara  en  el   Convento.[13]  Como dato curioso cabe mencionar que el Claustro de  las Clarisas en el   que la abadesa se ordenó,  fue pagado y construido por el esposo de   la hermana de su tatarabuela, el señor  Francisco Salguero vecino de Tunja y encomendero de Mongua[14] así lo refiere el cronista Juan de Castellanos.
“Nombro por capitán  al buen salguero
 que bien puede gozar de este renombre
por de las virtudes tan entero
que no le viene largo mayor nombre
desde reino descubridor primero
y en la conquista suya cabal hombre
 el cual después como varón cristiano
 a las cosas del mundo dio la mano

Pues él y mujer Juana Macias
que de valor no tiene menos prenda
ofrecieron en medio de sus días
a Dios todo su ser y su hacienda
plantando para santas campañas
en las casas que son de vivienda
un tal y tan ilustre monasterio
de monjas que lo tengo por misterio”[15]

Cabe resaltar aquí que el ingreso al convento de la Concepción  también estaba relacionado con el prestigio del claustro, ya que  como se había mencionado anteriormente ahí se educaban las hijas  de la gente más prestante de la ciudad.  La vida conventual de  Sor Josefa  en sus primeros años estuvo  acompañada de lamentos  enfermedades  que la aquejaban, dentro de sus escritos. “Pues como digo era grande mi padecer interior y era tal, que leyendo algunas veces la penas de las potencias de los condenados, me parecía aquello lo que yo padecía;”[16] también asociaba estos pesares con  enemigos y monstros que venían por las noches    atacaban y tentaban su fe religiosa por eso ella se auto castigaba, para evitar tentaciones o pensamientos impuros, los flagelos eran como una bendición o un tributo que se le rendía a Dios[17], en su poemario cuenta que  el buen ejemplo lo heredo de su madre.
 “Asimismo mi madre era tan temerosa de Dios, cuando amiga de los pobres y enemiga de las vanidades, de aliños ni entretenimientos; y de tanta humanidad que habiendo enviudado y estando casi ciega, le dio una criada muchos golpes en una iglesia porque se quitara del lugar donde estaba, lo cual llevo con mucha mansedumbre, y se quitó medio arrastrando; y me lo refería lavando a Dios y bendiciéndolo porque la había traído de tanta estimación a tiempo en que padeciera algo[18]
El temor de Dios  y la búsqueda del sufrimiento  hablaban del buen cristiano de esa época, el que tenía tolerancia y total abnegación con el dolor como ofrecimiento y penitencia. Sin embargo dentro de las vivencias de la ciudad también se tejían otras historias, ceñidas bajo los atavíos monacales, pero relacionadas  con el  pecado, el infierno y la condena.  Por ejemplo Sor Josefa relata que dentro del claustro  sucedían con mucha frecuencia, chismes de  corrillo, desquites entre las abadesas,    casos de lesbianismo y riñas que en vano intentaban poner en paz.[19]  Para que ella  se volviera abadesa hubo camorras conventuales las cuales  narra así
 “Con todo eso, nuestro señor me da mucha paz y confianza, y así me tuve todo el tiempo de la elección: aunque allí hubo tanta guerra y gritos, que toda la ciudad, o los que asistían, estaban pasmados; y todo eso era  sobre haberme nombrado casi con  la mitad de votos; y la otra señora estaba tan enojada.”[20]
 Tal era  la  abnegación religiosa que la gente  tenía un grado de represión muy alto tanto así que no lo soportaban y podían caer fácilmente en lo que ellos consideraban pecado. En uno de los apartes de su vida la madre  cuenta como antes de entrar al convento fue pretendida por un primo el cual le gustaba  escuchar y no rehusarse a sus encuentros pero que después se castigaba y se arrepentía por dar lugar   a esas   situaciones[21]  Hay que pensar también que una de las lecturas que realizo La madre Francisca a muy temprana edad fue  la Divina comedia de Dante, obra literaria que abrió y exalto su imaginación  hacia lo religioso,  hacia la conciencia del sufrimiento y de la abstinencia y hacia el  mundo de las tentaciones, el  infierno.
 El imaginario religioso  era a nivel general  a  tal  grado  era  el  recogimiento  que esperaban anhelantes las fiestas patronales  en las que en  nombre de Dios podían regocijarse, cumpliendo todos los rituales de la celebración uno de las mas característicos   era  el  la procesión porque se organizaba   de manera jerárquica   encabezado   los mayores representantes de la iglesia  y de y de la ciudad y así sucesivamente  se organizaban por  oficios, haciendo participar a  toda  la población, después de  la procesión venía la danza y las trovas  o cantos que decían cada gremio mientras bailaban.[22] Alrededor  de   4  o  5 veces al año había celebraciones  religiosas, ya   que otro tipo de eventos  como  corridas  resultaban más esporádicas[23] Este tipo de eventos   muestran  que el régimen conquistador tenía muy claras las divisiones sociales y esto también se podía apreciar en una precesión con sus niveles   jerarquía   y de mando que relacionándola  con  las celebraciones  actuales a un se cumple esa norma esa detentación de poder.
  
El transcurrir  cotidiano de la ciudad se prestaba para cumplir los oficios requeridos, los talabarteros, los  cedaceros, los canteros etc. Al terminar sus obras  tenían   pendientes sus     deberes eclesiásticos, los cuales no daban mayor libertad de pensamiento y decisión, todo lo estuviera fuera de ella era erigía.  Cabe decir que la evangelización se desarrolló de manera violenta sobre la población indígena pero dentro del imaginario conquistador  eso estaba  bien visto, es decir  entre más dolor y sufrimiento más cerca se podía estar de los designios  divinos. Así como lo fue para la Madre sor Josefa  ya que sus lamentos y flagelos la redimían de incumplir los mandatos de Dios.  Como ya se había dicho anteriormente algo que estuviera fuera de los cánones religiosos, era producto del pecado, de la tentación  y no combatirlo  era un  agravio.
 
 Los castigos  que se propino a lo largo de su vida  Sor Josefa fueron severos, se encadenaba, se latigaba, le gustaba sacarse y  derramar sangre, dormía sobre tablas y como bien dice  ella “procuraba mortificarme en todo” paso toda suerte de afanes, pobrezas y dolencias las cuales en sus oraciones bendecía y estimaba esa  era la manera que tenía de honrar a Dios[24]   “una noche me hallaba en mis sueños perseguida y acosada de muchos enemigos que me daban gritos, y seguían, y yo llena de aflicción y espanto, buscaba algún refugio, y solo hallaba una custodia en que estaba el santísimo sacramento, y llegándome allí, quedaba consolada y segura, y huían todos mis enemigos,  yo quede desde aquel día con mas aliento y consuelo.”[25]
 Sor Josefa en su obra  no solo confirma la  devoción y total entrega  religiosa,  que tenia sino también su herencia colonizadora;  Como dije en un principio era la visión conquistadora, la única verdad y la única lucha cierta la creencia cristiana. Para argumentar  más ampliamente este concepto traigo a colación, la manera como formalmente se escribían  los  testamentos  de ese  entonces, la gente no solo hacia un inventario de lo que dejaba y en qué estado lo dejaban, y  a quienes   sino que también pedían misas,  y canticos,  dejaban dinero o un apoderado    para que hiciera  las ofrendas respectivas y  en el caso de las gentes más pudientes  y  representativas de la ciudad, hacían donaciones generosas para la construcción o terminación de las iglesias y conventos,  ejemplo de ello es  el  capitán Salguero anteriormente citado, en  las versos de castellanos.    Lo hacían con el fin de  redimir sus pecados y pensamientos impuros y salvar su alma para la vida eterna. Así que las ofrendas de Sor Josefa de dolor y angustia estaban bien aceptadas dentro del imaginario colono.
La Madre Francisca      realizo gran variedad de disciplinas, tales como portera, enfermera,  entre otras,   dentro del convento al servicio de su comunidad en el transcurso de su vida como religiosa, los estudiosos de su vida como Darío Achury  cuentan que ella padeció muchas enfermedades  que hizo que su vida conventual se viera muy accidentada y afligida físicamente y mentalmente.[26]

 Sor Josefa comenzó a escribir gracias al consejo de un cura   confesor que le dijo que escribiera sus sentimientos y tribulaciones  así como en su momento lo hizo  Santa teresa de Jesús[27] Así fue como  dio pie a su obra poética en la que narra su vida familiar, su infancia y adolescencia, las señales   del  llamado religioso, sus  dudas y contradicciones, la  persistencia  religiosa, su vida como abadesa de las clarisas  y sus sentimientos más profundos hacia Dios. Por ello al  hacer un análisis, no solo  se adquiere claridad sobre lo que ella percibía sino que   abre una ventana por la que se puede observar parte del   imaginario y conservador de la  época.




Techumbre  de la casa  de Juan  de Castellanos  (Tunja)[28]
 Precisamente como ya lo había mencionado antes  las pinturas de la casa de Juan de Castellanos,  Sebastián las relaciona con los escritos de Sor Josefa por  el tipo de objetos que allí se encuentran, todos correspondientes  a significados de la pascua y como la  abadesa hace referencias tan marcadas  en el aspecto religioso dentro de su obra.
 “si pudieras ser partícipe de la hermosura de y gracia de las flores, toda la suavidad de los olores, de todo el precio del oro y la plata, de las perlas y las piedras preciosas, de loa ligereza y hermosura de las aves,  de la fortaleza de los fortísimos leones, de la mansedumbre de los corderos y palomas, y aun del lucir y resplandecer de las estrellas del sol y de los astros.”[29]
Dentro de sus escritos religiosos la abadesa hace referencia  a objetos y animales que están  en las techumbres de Juan  de Castellanos Así que el investigador  español relaciono sus lecturas para dar una hipótesis  del mensaje iconográfico de la casa. Otro ejemplo que llama la atención de Sebastián es el significado simbólico que le da al pelicano
 “Mira que dice es símbolo de la imprudencia el pelicano, que anida en las eras mas trilladas, y allí los labradores cercan el nido con heno o paja, y le prenden fuego. El, viendo el riesgo de sus pollitos, baja a ponerse sobre ellos, viendo que el fuego se va acercando, vate las alas hasta apartarlo, pero esto no sirve para encenderlo, hasta que he comprendido su ignorancia, el fuego le quema las plumas y hay muere código de los cazadores, el de sus hijuelos.”[30]
 Pero  haciendo dicha lectura  sobre la vida  de la abadesa, han surgido varias dudas sobre la hipótesis de Sebastián ya que  en primer lugar no se sabe a ciencia cierta si  la Madre Sor Josefa vivió parte de sus infancia  en la casa de Juan de Castellanos, ya que siendo parte de una familia tan prestante es probable que hubieran tenido un techo propio   y por otro lado en las pinturas murales existe una inscripción con una fecha que data de 1636, es decir que estas pinturas ya existían  para cuando nació Francisca en 1671, lo que si se podría relacionar  con los escritos de La madre  sobre  la pintura mural es el imaginario religioso de la época, el cual no solo hacia parte de Sor Josefa sino de todo el ambiente monacal y represivo en el que  caracterizaba  a  Tunja. Pero literalmente la vida de la monja con las pinturas no tiene ninguna relación, hay que pensar que si en esa casa vivió Juan de  Castellanos el imaginario religioso muy probablemente estará ligado a él.                          











[1]  Santiago Sebastián La ornamentación arquitectónica en La Nueva Granada. Ediciones casa de la cultura.1966. Tunja. P 79- 101
[2] De Pedro Robles Antonio Elías. Seminario de investigación colonial. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. 15 de Abril del 2011. Tunja
[3] Frey Herbert. EL “Otro” en la mirada. Editorial Miguel Ángel Porrua. 2002. Mexico. “Desde su creación, el monoteísmo significa estar en posesión de la verdad absoluta, que no admitía ningún cuestionamiento. En este sentido la tradición monoteísta fue siempre iconoclasta; es decir en cuanto a la destrucción de las representaciones divinas de otros, a la que consideraba  una imputación al Dios único y verdadero.” P 14
[4] Obras completas de la madre Josefa del Castillo. Tomo I.  1968. Bogotá. Colombia
[5] Corradine Mora Magdalena. Vecinos y moradores de Tunja 1620 – 1623. Academia Boyacense de Historia. Tunja. 2009. P 306
[6] Genealogías del Nuevo Reino de Granada por Juan Flórez de Ocaris t, i preludio N 13  árbol 13 parágrafos 4 - 28
[7] Ídem. P XL
[8] Ídem. P  XL
[9]Ídem.  Si llegue a los 8 o 9 años en que entro en mi casa el entretenimiento o peste de las almas con los libros de comedias, y luego mi mal natural se inclino a ellos P 7
[10] Ídem. P XLI
[11] Marco Dorta Enrique. La arquitectura del renacimiento en Tunja. Grafias Yagues. Madrid. 1942
[12] Ídem P XLV
[13] Ídem .P 3
[14] Genealogías del Nuevo Reino de Granada por Juan Flórez de Ocaris t, i preludio N 9 127 árbol 13 parágrafos 86- 89
[15] Castellanos Juan. Elegías de varones ilustres de Indias. Madrid. 1886. Tomo II P 145
[16] Ídem P 13
[17] Ídem  Por ser hoy día de navidad de nuestra señora, empiezo en su nombre a hacer lo que vuestra paternidad me manda y a pesar de considerar delante del señor todos los años de mi vida en  amargura de mi alma, pues todos los hallo gastados mal, P-3
[18] Ídem. P 3
[19] Ídem P XLIV
[20] Ídem P XLI 158- 159
[21] Ídem  Entro en esto mi corazón tanta confusión y vergüenza, que comencé a cobrarle aquel  sujeto un grande horror y a mi retarlo como una sombra de muerte; y con el ceño de mi padre  le mostro se retiro, aunque aun buscaba modos de verme y escribirme, mas andaba ya mi corazón tan disgustado de todas las cosas de la vida, que no daba hacer pie ni encontraba cosa que no hiciere disgusto. P 9
[22] Ídem.  Danzan todos, Danzas profanas acompañadas a lo divino, de esas que los soldados de la conquista trasplantaron a tierras de América, a comienzos del siglo XVI y que los criollos adoptaron a sus costumbres a su circunstancia y sus ritmos nativos. P XXVIII
[23] Ídem p  XXVII
[24] Ídem. con todo esto, y con hallarme cerca de tantas tribulaciones, hecha la piedra de escándalo y con tanta pobreza y desconsuelos; todo esto era nada y todo se me olvido, a vista de lo que padecía en la oración; todo lo demás parecía un rasguño en comparación de tan grandes y penetrantes heridas. Hacia cuanta penitencia alcanzaban mis fuerzas y despedazaba mi cuerpo hasta bañar el suelo y ver correr la sangre etc.  Era casi nada lo que pasaba de sustento, y solo tenía alivio con los dolores  corporales, etc. Así pase aquellos días en los ejercicios de mi padre san Ignacio y a la hora que Salí de ellos, lo primero que oí fue doblar por mi padre, que había muerto a esa hora P 23 - 24
[25] Ídem. P 13
[26] De cuando, en cuando este relato onírico de  Sor Francisca se quiebra para dar paso al minucioso recuento de una accidentada historia clínica de desmayos, angustias sobresaltos, alergias, psicosis, afecciones cardiacas, mareos trasudores nocturnos, cefalalgias, desarreglos, gástricos, viruelas, peste y paroxismos en suma un febril y relato de dolencias del alama y del cuerpo. P XLIV 
[27] Ídem. P XLVI
[28] Ibíd. 112
[29] Obras completas de la madre Josefa del Castillo. Tomo II.  1968. Bogotá. Colombia. P 472
[30] Ibíd.  P 39 

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