Las pinturas murales de la casa de Don Juan de Castellanos y los escritos de Sor Josefa del Castillo
Los
conquistadores en Tunja durante los
siglos XVI y XVII desarrollaron unas
pinturas murales, en las que hacían muestra de su cultura, definiéndose fundamentalmente por una representación del humanismo renacentista de raigambre hispana,
que sirve como elemento de identidad conquistadora, en el que se caracterizan las armas, las letras y
recreaciones del mundo clásico greco-latino, todo ello interpretado bajo el
condicionante de su implantación en un nuevo contexto cultural indígena que se
verá desplazado de dicho programa, por lo menos en este momento histórico
(siglo XVI), y que luego será insertado en función de la implantación de una
mirada colonial que subalterna lo indígena al ideario visual de colonización.
Por
ende se le podría denominar arte de encomienda, dentro de los
vestigios hallados y elementos a estudiar están las casas de Gonzalo Suarez Rendón, Juan de Vargas y Juan de Castellanos, también se
tienen en cuenta conventos e iglesias de la ciudad hechos en la misma época y
se caracterizaron por hacer ornamentos y
programas iconográficos de tipo
grutesco.
Así que es primordial meterse dentro del imaginario y la vida cotidiana de la colonia,
para saber que llevo a los conquistadores y a los hijos de los
mismos que habitaron estas tierras, desarrollar tales estilos artísticos, ¿Que
pretendían reflejar? y ¿Cómo se veían reflejados?
El
investigador español Santiago Sebastián fue quien descubrió las pinturas murales de la casa de Juan de Castellanos[1]
y el estudio que realizo del mensaje iconográfico de dichas pinturas lo
relaciono directamente con los escritos de la Madre Sor Francisca Josefa Del Castillo, dando a entender que la
visión religiosa de la abadesa fue fuente de inspiración para la realización de
tales pinturas. Considerando que la
familia de la monja vivió en esa casa
tiempo después de que la habitara Juan de Castellanos.
Así que mi punto de partida es analizar la vida de la Madre de Sor Francisca Josefa del Castillo y Guevara, ya que la
existencia de la abadesa
posiblemente se encuentra relacionada con el programa iconográfico de
las techumbres de Casa de Juan de
Castellanos en su imaginario religioso. Es preciso hacer un el análisis de
la obra poética de la monja ya que ahí se encuentran, todos los
pensamientos y percepciones que ella tuvo de la época en que vivió, y tener en
cuenta las crónicas de los cronistas Fernández de Piedrahita y Juan de
Castellanos para apropiar dicho ambiente.
Para
contextualizar esta historia cabe decir que
dentro del imaginario de los Conquistadores que vinieron a América el
afecto y el apego por la religión era primordial y sumando las luchas que durante ocho siglos los españoles
por sacar a los persas de sus tierras,
se podría decir que tenían eminentemente una cualidad guerrera, así que
estas dos características primaron en la forma y dominio de su conquista.[2]
Contando que la visualización cristiana se manejo
como única y verdadera desde su
origen y por ende se concibió como una postura universal. Es decir todo lo
que estuviera fuera de esta creencia pertenecía a un mundo pagano y diabólico,
mundo que debía ser redimido y en caminado hacia los buenos actos de Dios[3]
Tunja desde su fundación en 1539
cumple los rigores de este
pensamiento conquistador, caracterizándose por ser una ciudad conventual, de tradiciones
conservadoras, definida por un ambiente severo y adusto, manejada por encomenderos, la tradición religiosa
hizo parte de su paisaje no solo de manera física sino mental, la vida de la ciudad y el tiempo se miden por las campanadas de los
conventos[4].
Resulta interesante pensar en estos
aspectos porque ayuda a visualizar el
ambiente tunjano de los siglos XVI, XVII y XVIII la manera como los colonizadores implantaron su óptica colonial la cual se caracterizo
su arraigo religioso y su apego
a las historias de caballería.
Dice mucho de
Tunja también el plano
arquitectónico, el trazo de sus calles y
las posición de las casas entorno de una
plaza central, las gentes más representativas
de la ciudad vivían en el marco
central “son casas de mucho costo y bien
labradas” como dice el cronista
Fernández de Piedrahita mientras que las casas de la periferia estaban sin terminar y en su mayoría con techos de paja y los que se alojaban allí
eran indígenas, y gentes que tenían oficios serviles, varios.
Las características sociales en la colonia fueron muy marcadas tanto así que se reflejaban en la distribución de los espacios. El primer plano que hay sobre
la ciudad fue realizado en 1623 y se hizo a razón de su división por parroquias eso demuestra el grado de
importancia que tenían las órdenes religiosas es esta provincia.[5]
Ciudad en que nació y murió la
Madre Francisca Josefa Del Castillo Toledo
Guevara 1671- 1742 hija legitima
de Francisco Ventura del Castillo y Toledo oriundo de villa Ilesas
circunscripción del poblado de Toledo y
de Doña María Guevara Niño y Rojas natural de Tunja[6].
Un dato muy curioso que reconfirma el arraigo religioso de la abadesa. Se encuentra relacionado con su nacimiento ya que a los pocos días estuvo en peligro de muerte y un tío sacerdote oro por su salvación, así lo reconoce mas adelante la Madre en sus
escritos diciendo que entregarse al servicio de Dios era una manera de
agradecer que él le
hubiera salvado la vida.[7]
Francisca siendo hija de una de las familias más importantes de su tiempo, no tomo clases ni asistió al colegio,
ello da a entender que no era necesario que las mujeres tuvieran algún grado de
escolaridad, y se podía prescindir de los estudios sin mayor problema, suficiente con que
aprendieran a ser amas de casa, aunque cabe
aclarar que el convento de las clarisas sirvió de recinto para educar a las hijas de las gentes más pudientes de Tunja. En el caso de Sor Josefa su aprendizaje fue gracias a su madre[8]
y a su empeño por aprender a leer, siendo Francisca hija de una de las familias
mas representativas de la ciudad.
La infancia de Sor Josefa fue muy particular, ella
describe en sus escritos que fue una niña muy enfermiza y solitaria y considero
que eso era un castigo por manejar su tiempo de otra manera, distrayéndose
o leyendo comedias.[9]
La percepción de Francisca frente a otro tipo de lecturas diferentes a las cristianas dice mucho del
ambiente que la rodeaba también, de las
creencias de la gente a
nivel religioso, hacer o pensar
algo distinto, no estaba dentro de los cánones de la época. Si
un hecho tan simple como leer un libro de comedias era un acto profano, pues el rigor cristiano de la sociedad tunjana era de fuertes convicciones, un habitad apropiado y fuente de inspiración no solo para la Madre sor Josefa sino también para el ilustre canónigo Fernando Castro de Vargas, el escribano Juan de Castellanos, entre otros.
Castellanos también reflejo en sus escritos las
experiencias vividas en Tunja y en otras ciudades del Nuevo
Reino de Granada.[10]
La ciudad sirvió como escenario de
gentes dedicadas y gustosas por las lecturas, el humanismo, el arte renacentista y las historias de
valientes guerreros y cazadores. De
ahí a que reflejaran en sus
pinturas animales salvajes, escudos de
armas y blasones labrados en piedra en el portal de sus casas. En este punto es
preciso decir que Tunja tuvo un buen nivel de vida durante el siglo XVI y principios del XVII,
la encomienda hizo de esta ciudad una de las más vistosas a nivel
arquitectónico y artístico, haciéndola
ver como una de las provincias más pujantes del Nuevo Reino de Granada[11]
Aun que
Fernández de Piedrahita dice que la vida
era muy aburrida. “la vida discurre monótona en Santa fe de Bogotá como
en Tunja, en Cartagena de Indias como en Popayán”[12]
En la vivencia parca de esta ciudad Francisca
inicio su pubertad vivía desaliñada, sufría de depresiones y
dolores constantes, las angustias se
relacionaban con su devoción a Dios,
por cumplir sus mandatos a cabalidad, con todo y
eso no le faltaron pretendientes
que se quisieron comprometer con
ella, pero no fijo su
atención en ellos y pese a la poca
aceptación de sus familiares frente a su
decisión de convertirse en monja se
ordeno en el convento de la concepción a
los 23 años. Así lo narra en su poemario, ya que gracias al temor
de Dios de sus padres y a su convicción religiosa sus familiares terminaron
aceptando que se ordenara en
el Convento.[13]
Como dato curioso cabe mencionar que el
Claustro de las Clarisas en el que la abadesa se ordenó, fue pagado y construido por el esposo de la hermana de su tatarabuela, el señor Francisco Salguero vecino de Tunja y
encomendero de Mongua[14]
así lo refiere el cronista Juan de Castellanos.
“Nombro por capitán
al buen salguero
que bien
puede gozar de este renombre
por de las virtudes tan entero
que no le viene largo mayor nombre
desde reino descubridor primero
y en la conquista suya cabal hombre
el cual
después como varón cristiano
a las cosas
del mundo dio la mano
Pues él y mujer Juana Macias
que de valor no tiene menos prenda
ofrecieron en medio de sus días
a Dios todo su ser y su hacienda
plantando para santas campañas
en las casas que son de vivienda
un tal y tan ilustre monasterio
de monjas que lo tengo por misterio”[15]
Cabe resaltar aquí que el ingreso al convento de la
Concepción también estaba relacionado
con el prestigio del claustro, ya que
como se había mencionado anteriormente ahí se educaban las hijas de la gente más prestante de la ciudad. La vida conventual de Sor Josefa
en sus primeros años estuvo
acompañada de lamentos
enfermedades que la aquejaban,
dentro de sus escritos. “Pues como digo era grande mi padecer interior y era
tal, que leyendo algunas veces la penas de las potencias de los condenados, me
parecía aquello lo que yo padecía;”[16]
también asociaba estos pesares con enemigos y monstros que venían por las noches atacaban y tentaban su fe religiosa por eso
ella se auto castigaba, para evitar tentaciones o pensamientos impuros, los
flagelos eran como una bendición o un tributo que se le rendía a Dios[17],
en su poemario cuenta que el buen
ejemplo lo heredo de su madre.
“Asimismo mi
madre era tan temerosa de Dios, cuando amiga de los pobres y enemiga de las
vanidades, de aliños ni entretenimientos; y de tanta humanidad que habiendo
enviudado y estando casi ciega, le dio una criada muchos golpes en una iglesia
porque se quitara del lugar donde estaba, lo cual llevo con mucha mansedumbre,
y se quitó medio arrastrando; y me lo refería lavando a Dios y bendiciéndolo
porque la había traído de tanta estimación a tiempo en que padeciera algo[18]”
El temor de Dios y la búsqueda del sufrimiento hablaban del buen cristiano de esa época, el
que tenía tolerancia y total abnegación con el dolor como ofrecimiento y
penitencia. Sin embargo dentro de las vivencias de la ciudad también se tejían
otras historias, ceñidas bajo los atavíos monacales, pero relacionadas con el
pecado, el infierno y la condena.
Por ejemplo Sor Josefa relata que dentro del claustro sucedían con mucha frecuencia, chismes de corrillo, desquites entre las abadesas, casos
de lesbianismo y riñas que en vano intentaban poner en paz.[19]
Para que ella se volviera abadesa hubo camorras
conventuales las cuales narra así
“Con todo eso, nuestro señor me da mucha paz y
confianza, y así me tuve todo el tiempo de la elección: aunque allí hubo tanta
guerra y gritos, que toda la ciudad, o los que asistían, estaban pasmados; y
todo eso era sobre haberme nombrado casi
con la mitad de votos; y la otra señora
estaba tan enojada.”[20]
Tal era la
abnegación religiosa que la gente
tenía un grado de represión muy alto tanto así que no lo soportaban y
podían caer fácilmente en lo que ellos consideraban pecado. En uno de los
apartes de su vida la madre cuenta como
antes de entrar al convento fue pretendida por un primo el cual le gustaba escuchar y no rehusarse a sus encuentros pero
que después se castigaba y se arrepentía por dar lugar a esas
situaciones[21]
Hay que pensar también que una de las
lecturas que realizo La madre Francisca a muy temprana edad fue la Divina comedia de Dante, obra literaria
que abrió y exalto su imaginación hacia
lo religioso, hacia la conciencia del
sufrimiento y de la abstinencia y hacia el mundo de las tentaciones, el infierno.
El imaginario
religioso era a nivel general a
tal grado era
el recogimiento que esperaban anhelantes las fiestas
patronales en las que en nombre de Dios podían regocijarse, cumpliendo
todos los rituales de la celebración uno de las mas característicos era
el la procesión porque se
organizaba de manera jerárquica encabezado
los mayores representantes de la
iglesia y de y de la ciudad y así
sucesivamente se organizaban por oficios, haciendo participar a toda
la población, después de la
procesión venía la danza y las trovas o
cantos que decían cada gremio mientras bailaban.[22]
Alrededor de 4
o 5 veces al año había
celebraciones religiosas, ya que otro tipo de eventos como
corridas resultaban más
esporádicas[23] Este
tipo de eventos muestran
que el régimen conquistador tenía muy claras las divisiones sociales y
esto también se podía apreciar en una precesión con sus niveles jerarquía
y de mando que
relacionándola con las celebraciones actuales a un se cumple esa norma esa
detentación de poder.
El transcurrir
cotidiano de la ciudad se prestaba para cumplir los oficios requeridos,
los talabarteros, los cedaceros, los
canteros etc. Al terminar sus obras
tenían pendientes sus
deberes eclesiásticos, los
cuales no daban mayor libertad de pensamiento y decisión, todo lo estuviera
fuera de ella era erigía. Cabe decir que
la evangelización se desarrolló de manera violenta sobre la población indígena
pero dentro del imaginario conquistador
eso estaba bien visto, es decir entre más dolor y sufrimiento más cerca se
podía estar de los designios divinos.
Así como lo fue para la Madre sor Josefa
ya que sus lamentos y flagelos la redimían de incumplir los mandatos de
Dios. Como ya se había dicho
anteriormente algo que estuviera fuera de los cánones religiosos, era producto
del pecado, de la tentación y no
combatirlo era un agravio.
Los
castigos que se propino a lo largo de su
vida Sor Josefa fueron severos, se
encadenaba, se latigaba, le gustaba sacarse y derramar sangre, dormía sobre tablas y como
bien dice ella “procuraba mortificarme
en todo” paso toda suerte de afanes, pobrezas y dolencias las cuales en sus
oraciones bendecía y estimaba esa era la
manera que tenía de honrar a Dios[24]
“una noche me hallaba en mis sueños perseguida y
acosada de muchos enemigos que me daban gritos, y seguían, y yo llena de
aflicción y espanto, buscaba algún refugio, y solo hallaba una custodia en que
estaba el santísimo sacramento, y llegándome allí, quedaba consolada y segura,
y huían todos mis enemigos, yo quede
desde aquel día con mas aliento y consuelo.”[25]
Sor Josefa en
su obra no solo confirma la devoción y total entrega religiosa, que tenia sino también su herencia
colonizadora; Como dije en un principio
era la visión conquistadora, la única verdad y la única lucha cierta la
creencia cristiana. Para argumentar más
ampliamente este concepto traigo a colación, la manera como formalmente se
escribían los testamentos
de ese entonces, la gente no solo
hacia un inventario de lo que dejaba y en qué estado lo dejaban, y a quienes sino
que también pedían misas, y canticos, dejaban dinero o un apoderado para que hiciera las ofrendas respectivas y en el caso de las gentes más pudientes y representativas de la ciudad, hacían
donaciones generosas para la construcción o terminación de las iglesias y
conventos, ejemplo de ello es el
capitán Salguero anteriormente citado, en las versos de castellanos. Lo hacían con el fin de redimir sus pecados y pensamientos impuros y
salvar su alma para la vida eterna. Así que las ofrendas de Sor Josefa de dolor
y angustia estaban bien aceptadas dentro del imaginario colono.
La Madre Francisca realizo gran variedad de disciplinas,
tales como portera, enfermera, entre
otras, dentro del convento al servicio de su
comunidad en el transcurso de su vida como religiosa, los estudiosos de su vida
como Darío Achury cuentan que ella
padeció muchas enfermedades que hizo que
su vida conventual se viera muy accidentada y afligida físicamente y
mentalmente.[26]
Sor Josefa
comenzó a escribir gracias al consejo de un cura confesor que le dijo que escribiera sus
sentimientos y tribulaciones así como en
su momento lo hizo Santa teresa de Jesús[27]
Así fue como dio pie a su obra poética
en la que narra su vida familiar, su infancia y adolescencia, las señales del llamado religioso, sus dudas y contradicciones, la persistencia
religiosa, su vida como abadesa de las clarisas y sus sentimientos más profundos hacia Dios.
Por ello al hacer un análisis, no
solo se adquiere claridad sobre lo que
ella percibía sino que abre una ventana
por la que se puede observar parte del imaginario y conservador de la época.
Techumbre de la casa
de Juan de Castellanos (Tunja)[28]
Precisamente
como ya lo había mencionado antes las
pinturas de la casa de Juan de Castellanos, Sebastián las relaciona con los escritos de
Sor Josefa por el tipo de objetos que
allí se encuentran, todos correspondientes
a significados de la pascua y como la
abadesa hace referencias tan marcadas
en el aspecto religioso dentro de su obra.
“si pudieras
ser partícipe de la hermosura de y gracia de las flores, toda la suavidad de
los olores, de todo el precio del oro y la plata, de las perlas y las piedras
preciosas, de loa ligereza y hermosura de las aves, de la fortaleza de los fortísimos leones, de la mansedumbre de los corderos y
palomas, y aun del lucir y resplandecer de las estrellas del sol y de los
astros.”[29]
Dentro de sus escritos religiosos la abadesa hace
referencia a objetos y animales que
están en las techumbres de Juan de Castellanos Así que el investigador español relaciono sus lecturas para dar una
hipótesis del mensaje iconográfico de la
casa. Otro ejemplo que llama la atención de Sebastián es el significado
simbólico que le da al pelicano
“Mira que dice
es símbolo de la imprudencia el pelicano, que anida en las eras mas trilladas,
y allí los labradores cercan el nido con heno o paja, y le prenden fuego. El,
viendo el riesgo de sus pollitos, baja a ponerse sobre ellos, viendo que el
fuego se va acercando, vate las alas hasta apartarlo, pero esto no sirve para
encenderlo, hasta que he comprendido su ignorancia, el fuego le quema las
plumas y hay muere código de los cazadores, el de sus hijuelos.”[30]
Pero haciendo dicha lectura sobre la vida
de la abadesa, han surgido varias dudas sobre la hipótesis de Sebastián
ya que en primer lugar no se sabe a
ciencia cierta si la Madre Sor Josefa
vivió parte de sus infancia en la casa
de Juan de Castellanos, ya que siendo parte de una familia tan prestante es
probable que hubieran tenido un techo propio
y por otro lado en las pinturas murales existe una inscripción con una
fecha que data de 1636, es decir que estas pinturas ya existían para cuando nació Francisca en 1671, lo que
si se podría relacionar con los escritos
de La madre sobre la pintura mural es el imaginario religioso
de la época, el cual no solo hacia parte de Sor Josefa sino de todo el ambiente
monacal y represivo en el que
caracterizaba a Tunja. Pero literalmente la vida de la monja
con las pinturas no tiene ninguna relación, hay que pensar que si en esa casa
vivió Juan de Castellanos el imaginario
religioso muy probablemente estará ligado a él.
[1] Santiago Sebastián La ornamentación arquitectónica en La Nueva
Granada. Ediciones casa de la cultura.1966. Tunja. P 79- 101
[2] De Pedro
Robles Antonio Elías. Seminario de investigación colonial. Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia. 15 de Abril del 2011. Tunja
[3] Frey
Herbert. EL “Otro” en la mirada. Editorial Miguel Ángel Porrua. 2002. Mexico.
“Desde su creación, el monoteísmo significa estar en posesión de la verdad
absoluta, que no admitía ningún cuestionamiento. En este sentido la tradición
monoteísta fue siempre iconoclasta; es decir en cuanto a la destrucción de las
representaciones divinas de otros, a la que consideraba una imputación al Dios único y verdadero.” P
14
[5] Corradine
Mora Magdalena. Vecinos y moradores de Tunja 1620 – 1623. Academia Boyacense de
Historia. Tunja. 2009. P 306
[6] Genealogías
del Nuevo Reino de Granada por Juan Flórez de Ocaris t, i preludio N 13 árbol 13 parágrafos 4 - 28
[7] Ídem. P XL
[8] Ídem. P
XL
[9]Ídem. Si llegue a los 8 o 9
años en que entro en mi casa el entretenimiento o peste de las almas con los
libros de comedias, y luego mi mal natural se inclino a ellos P 7
[10] Ídem. P XLI
[12] Ídem P XLV
[14] Genealogías
del Nuevo Reino de Granada por Juan Flórez de Ocaris t, i preludio N 9 127
árbol 13 parágrafos 86- 89
[17] Ídem Por ser hoy día de navidad de nuestra señora,
empiezo en su nombre a hacer lo que vuestra paternidad me manda y a pesar de
considerar delante del señor todos los años de mi vida en amargura de mi alma, pues todos los hallo
gastados mal, P-3
[18] Ídem. P 3
[19] Ídem P XLIV
[20] Ídem P XLI 158- 159
[21] Ídem Entro en esto mi corazón tanta confusión y
vergüenza, que comencé a cobrarle aquel
sujeto un grande horror y a mi retarlo como una sombra de muerte; y con
el ceño de mi padre le mostro se retiro,
aunque aun buscaba modos de verme y escribirme, mas andaba ya mi corazón tan
disgustado de todas las cosas de la vida, que no daba hacer pie ni encontraba
cosa que no hiciere disgusto. P 9
[22] Ídem. Danzan todos, Danzas profanas
acompañadas a lo divino, de esas que los soldados de la conquista trasplantaron
a tierras de América, a comienzos del siglo XVI y que los criollos adoptaron a
sus costumbres a su circunstancia y sus ritmos nativos. P XXVIII
[24] Ídem. con todo esto, y con hallarme cerca de tantas tribulaciones, hecha la
piedra de escándalo y con tanta pobreza y desconsuelos; todo esto era nada y
todo se me olvido, a vista de lo que padecía en la oración; todo lo demás
parecía un rasguño en comparación de tan grandes y penetrantes heridas. Hacia
cuanta penitencia alcanzaban mis fuerzas y despedazaba mi cuerpo hasta bañar el
suelo y ver correr la sangre etc. Era
casi nada lo que pasaba de sustento, y solo tenía alivio con los dolores corporales, etc. Así pase aquellos días en
los ejercicios de mi padre san Ignacio y a la hora que Salí de ellos, lo
primero que oí fue doblar por mi padre, que había muerto a esa hora P 23 - 24
[26] De cuando,
en cuando este relato onírico de Sor
Francisca se quiebra para dar paso al minucioso recuento de una accidentada
historia clínica de desmayos, angustias sobresaltos, alergias, psicosis,
afecciones cardiacas, mareos trasudores nocturnos, cefalalgias, desarreglos,
gástricos, viruelas, peste y paroxismos en suma un febril y relato de dolencias
del alama y del cuerpo. P XLIV
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